El hambre se siente cada vez con más fuerzas en las escuelas de barrios postergados. Esto notaron los docentes de un bachillerato para adultos que funciona en la villa 21/24, quienes preocupados por la cantidad de alumnos con bajo peso o que preguntan sólo por la comida decidieron hacer una encuesta para conocer la realidad alimentaria de las familias. Los resultados fueron alarmantes: uno de cada tres estudiantes respondió que hay dÃas que no hay nada para comer en sus casas y más de la mitad reconoció que alguna vez pasó todo un dÃa sin ingerir ningún tipo de alimentos.


La encuesta se realizó en la sede del plan Fines, que funciona en el EEM Nº6, del distrito escolar 5. Allà cursan sus estudios 256 estudiantes, todos mayores de 18 años que recurren a la modalidad de adultos para poder terminar el secundario. La cursada no incluye ninguna instancia de alimentación pero como los docentes saben que trabajan con una población vulnerable –muchos llegan al Fines porque es un requisito para acceder a un beneficio social- reparten una merienda solidaria muy sencilla hecha por los mismos maestros.
“Notamos que empezó a crecer la preocupación en torno a la merienda, nuestro ‘kiosquito’, como le llamamos al pequeño stock de productos que llevamos los maestros para que todos los dÃas haya algo para acompañar el mate o el café”, contó Leonor Gallardo referente pedagógica de la escuela.
Lo mismo empezó a ocurrir con las viandas que sobraban del secundario que funciona en el mismo edificio y que eran guardadas para repartir entre los estudiantes con mayores necesidades. “Las viandas pasaron de ser un refuerzo a una necesidad porque muchos venÃan sin comer. Tuvimos que hacer un recorrido por los comedores comunitarios de la zona para averiguar si habÃa vacantes”, agregó la profesora.
La preocupación por la comida que al principio fueron notando los docentes se materializó también en las entrevistas de admisión de la escuela. Al momento de inscribirse muchos estudiantes preguntaban si la cursada incluÃa servicio de alimentación o si tenÃa convenio con algún comedor.
Los resultados de la encuesta
Casi el 30 por ciento de los encuestados respondió afirmativamente a la pregunta “¿hubo algún momento en que no habÃa nada de comida en su casa debido a falta de recursos para comprarla?”. A la pregunta cuántas veces ocurrió en las últimas cuatro semanas más de la mitad respondió que faltó comida “muchas veces”, entendida esta respuesta como más de diez veces en el último mes.
El 52 por ciento de los estudiantes respondió también que alguna vez pasaron “todo un dÃa o toda una noche” sin comer porque no habÃa suficiente comida para todo el grupo familiar. En otras palabras, que cedieron su ración para que otro integrante del hogar pueda alimentarse. El dato que llamó la atención a los docentes fue que el 89 por ciento de los estudiantes que contestaron haber cedido su comida a otro integrante de su familia fueron mujeres. “Las madres no cenan para que coman sus hijos”, fue una de las interpretaciones.
La encuesta indagó también sobre la calidad de los alimentos que consumen sus estudiantes y las familias. “Una de las cosas que se vemos y escuchamos es que en las casas comen mucho chizito con mate para llenarse. Incluso a la hora de la cena”, contó la docente.
Gran parte de los encuestados respondió que desayuna y merienda “mate” o “mate con algo”, aunque muy pocos pudieron precisar qué era ese algo. Y que la comida fuerte la hacÃan en la escuela o en algún comedor.